Mercado de gitanos

Mi madre murió, ahora puedo ver a mi hermano Murad, y estoy a salvo de su control. Murad no es sólo mi hermano, es mi gemelo, la diferencia entre nuestras edades no exceden tres minutos. En cuanto a mi madre, era el obstáculo que se interponía entre la visión de mi hermano y yo.

Cuando un gran número de los habitantes de Alejandría emigró a mi aldea Jorshed para escapar de las bombas de los alemanes al final de la Segunda Guerra Mundial, los habitantes de mi aldea dieron a la mezcla de personas que venían de Alejandría el nombre de "gitanos". No todos eran gitanos, pero la gente de mi aldea consideraban a aquellos que no pertenecían a nuestra aldea como gitanos, es decir, sin origen y no merece ser tratado ni respetado, teniendo miedo de que estos gitanos pudieran secuestrar a los niños, vendiéndolos, matándolos, bebiendo su sangre.

El gobierno había establecido un escondite subterráneo en el terreno baldío a la derecha de la aldea. Los desplazados instalaron arriba muchas tiendas para vivir en ellas. La vida volvió al lugar, se convirtió en un gran mercado para todo: ropa vieja, zapatos usados, verduras, frutas y otros objetos.

La guerra no le dio a la gente de mi pueblo la oportunidad de reconocer a los forasteros ni integrarse con ellos. Una noche, el escondite fue bombardeado. Diferían en el número y la nacionalidad de las bombas, pero su consecuencia fue evidente para todas las personas, una aniquilación completa de todos los extranjeros, a pesar de lo que se dijo sobre la supervivencia de algunos de ellos por varias razones.

Nuestra casa era la más cercana al escondite. Mi hermano y yo, de tres años, vimos los cadáveres carbonizados, los cuerpos convertidos en masa y partes dispersas. A la edad de seis Jugábamos con los restos del horrible accidente y los residuos de los gitanos.

A esta edad comenzamos a notar el regreso del mercado de los gitanos por una noche al año; era la noche que coincidía con la que lanzaron las bombas. Estábamos acostados en la cama, mi madre nos abrazaba, rodeándonos con los brazos, como si nos atara para que no nos moviéramos. Escuchábamos el movimiento del mercado, las risas, los susurros, las gangas e los insultos.

Mi madre contó a los habitantes de la aldea lo que le sucedió pero nadie la creyó. Cuando quisieran comprobarlo al año siguiente, nuestra habitación estaba llena de hombres y mujeres, y todos afirmaron que no escucharon nada mientras mi madre confirmó -con ella Murad y yo- que habíamos escuchado todo. En el tercer año, nos arriesgamos, con alguna gente de la aldea, y subimos al techo de nuestra casa. Al amanecer, los habitantes de la aldea aseguraron de nuevo que no vieron ni escucharon nada. Mientras estábamos confirmando una vez más, mamá, Murad y yo, que habíamos escuchado y visto el mercado de gitanos, parecía como una gran celebración: columpios, juegos, payaso, luces, enormes faroles de colores colgados en el vacío y hermosas chicas bailando.. Era algo tan impresionante que Murad y yo estábamos a punto de lanzarnos desde el techo para participar en la alegría, pero mi madre nos agarró con fuerza.

Y nuestra casa se convirtió, a los ojos de la gente de mi aldea, habitada por los duendes. Aunque no hablábamos más del mercado de gitanos, esperábamos la noche del mercado todos los años. Mi madre nos preparaba buena comida y algunos frutos secos (pulpa, cacahuete y lupino) y nos sentábamos al lado de la ventana, mirando el mercado y disfrutándolo.

Mi madre notó el deseo de Murad y de mi de ir al mercado, pues cerraba la puerta desde adentro con la llave. Luego nos ataba en la columna de la cama, para que miráramos sin intentar participar. Sentíamos un estado de atracción que no podíamos resistir sin el estricto control de mi madre.

Un día Murad hizo descuidar a mi madre, se fue corriendo al mercado mientras ella estaba ocupada por atarme en la columna de la cama. Ella se fue corriendo detrás de él, pero él había desaparecido. Ella regresó a la habitación llorando. Lo vimos en el mercado, llevaba en la cabeza un "gorro" colorido, en una mano un algodón de azúcar muy grande y de color rojo, y la otra agarraba la de una niña rubia, corriendo juntos alrededor del payaso y riéndose a carcajadas.

Todos los intentos de encontrar a "Murad" fueron infructuosos. Nadie creía que fuera al mercado de gitanos, cuya existencia no era admitida absolutamente por ellos. Algunos de ellos incluso lanzaron el rumor de que mi madre vendió "Murad" a una familia rica en Alejandría.

La noche del mercado de gitanos ya no era una noche divertida para mi madre, era una noche de gran tormento. Le resultaba difícil controlarme y atarme en la cama. Al final, se sentaba cansada y lloraba, mirando a Murad mientras estaba jugando con la chica rubia. Yo también lo veía y envidiaba; parecía que disfrutaba mucho, y su cuerpo no crecía tanto como el mío.

Entonces mi madre no pudo soportar. Vendió la casa. Nos mudó a otra aldea para vivir con mis tíos. Sin embargo, no olvidaba la noche del mercado. Insistía en dormir conmigo, en mi habitación, esa noche. En verdad, no dormíamos, nos sentábamos juntos y cada uno de nosotros miraba al otro a los ojos, dejando que nuestras lágrimas fluyeran.

Lo que mi madre no sabía es que seguí anhelando a mi hermano Murad, envidiándolo. Ahorraba todo el dinero que podía tener para recuperar nuestra antigua casa en Jorshed.

Cuando murió mi madre la semana pasada, vendí todo. Retiré mis ahorros de la oficina de correos, pedí una licencia de mi trabajo en la asociación agrícola, regresé a Jorshed y compré la antigua casa.

Esta noche es la del mercado. Lo veré en unas horas. Cerré la habitación con la llave, me até en la columna como hacía mi madre.


Mounir Otaiba

Escritor egipcio que publicó varias obras narrativas y también es director de la Revisión Narrativa (Biblioteca de Alejandría). Ganó varios premios nacionales, entre ellos el Premio Estatal de Estímulo. Este cuento fue publicado en su obra titulada “Al-Hikayat Al-Aŷiba” (Los cuentos maravillosos).


Traductor Mohamed Abdel Samie

PhD. Investigador de cultura hispanoárabe, y profesor universitario, así como traductor de español y francés con una amplia gama de experiencia en la traducción, la cultura arábigo-musulmana y la catalogación de manuscritos. Capaz de trabajar por iniciativa propia y como parte de un equipo. Mostrar una gran iniciativa, capacidades organizacionales y de liderazgo al desplazarse al extranjero independientemente. Dedicado a mantener altos estándares de calidad. Interesado por la historia, los idiomas y las investigaciones académicas.